La última cena

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Los vestigios de la familia feliz aún rondan en mi memoria, pero nadan confusos en las olas de la realidad actual. A medida que camino desato la red de mentiras que me mantenían apartado.

Evidenciar los problemas en una cena de tensiones es mala idea, pero no soporto seguir así y hacer la vista gorda. Lo lamento por los ravioles con tuco.
Alzo el vaso de requesón con agua y propongo un brindis porque la TV nos ahorra silencios fúnebres a cambio de charlas superficiales en la mesa. Los mayores me miran estupefactos. Continúo mi discurso con sabor a bilis sin dejarme interrumpir, aunque es tarea difícil. La cabeza de familia parece hacer el mismo ruido de la caldera y la mujer oficial mira la escena con horror; las pinzas de hipocresía que mantenían la estabilidad de la familia dejan de existir.
Y continúo sin detenerme a pensar demasiado en lo que estoy haciendo. Ya está, no hay marcha atrás. No hay forma de salir bien parado a esta altura, no hay excusa para detenerme y arrepentirme.
Se escucha el vidrio hacerse añicos y el llanto desesperado de una madre cuando su crío peligra. El olor a alcohol invade mis fosas nasales y la respiración del ser que aportó la mitad de mis cromosomas se siente especialmente caliente, pesada y nauseabunda. 
Mi cuerpo duele. 

https://41.media.tumblr.com/564aba59728bcb6e5db76d2ff0921609/tumblr_o3icbcAF281vnpb1no1_500.jpgLe doy una pitada al cigarrillo que ni calma la ansiedad, ni permite el olvido, ni cambia la miseria que vivo y siento. Simplemente me hace más grande el agujero del bolsillo pero ya me entregué al vicio y no tengo voluntad. Río amargamente mientras observo al tiempo deteriorar lo deteriorado, al falso superhéroe que terminó siendo el villano.