Elisa

// //
Elisa está sentada en el sofá mirándome fijamente. Sabe lo que hago, lo que miro, lo que toco. Mientras tomo lentamente mi taza de café, clava sus verdes ojos en mis ruidosos sorbos. Una gota de sudor corre por mi frente mientras el resto de la casa parece no percibir su enfermiza presencia. Quiero pedirle a alguien que la saque de ahí pero sé que nadie sabrá hacerlo, yo no puedo hacerlo.

Elisa me mira inmóvil, como esperando a que suceda algo y yo no puedo hacer más que intentar ignorar su presencia. Pareciera que no respira mientras a mi se me sale el alma del pecho. Su parsimonia penetra cruelmente y no me da paso a tranquilizar el ruidoso golpeteo de este inquieto sistema cardiorespiratorio. Intento mantener una conversación casi normal con quien me dirige la palabra y cuestiona mi mirada constante al sofá que ocupa ella.

Elisa se acaba de mover. Ahora me intimida más que antes. No puedo evitar sacudir mi cuerpo exaltado por la presencia entumecedora. Pierdo la capacidad de hablar, sus ojos embrujados se robaron mis palabras, mi puente hacia el mundo. Quiero advertirles de su presencia, intento mostrarles donde está, pero ya no escucho nada ni a nadie. Estoy expulsando sonidos agudos a través de mi garganta cuando intento decir su nombre, mis negros ojos se ven devorados por esas pupilas avasallantes.


Estoy todo frío y quieto, y Elisa se ríe.