Dulces sueños

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Muere la noche insípida mientras el sol, celoso, se roba toda la atención. Mis ojeras atestiguan el cansancio que acarrea mi cuerpo, pero mi boca sonríe al saber que este esqueleto va a descansar plácidamente sobre mi cama abrigada en cuanto termine con los últimos papeles.
No puedo esperar a que llegue el momento de dormir y mi mano se tienta con estropear por completo la caligrafía para asegurar el proceso. Sin embargo, una voz sabia proveniente desde el centro cerebral se encarga de la situación e inmediatamente pone orden. Quedan dos cartas, una limpieza rápida y listo.
Para haber desperdiciado toda la madrugada, el saldo de 5 cartas que llevo escritas es bastante miserable, aunque no puedo negar que me pasé las primeras tres horas de silencio sepulcral fumando todos los cigarrillos que tenía, hundida en mi sofá favorito, mientras devoraba toda golosina existente en cualquier cajón de la casa.
El aire se espesó y el frío matinal amenaza con retirarse, por algún motivo siempre sentí que las mañanas son más gélidas que las noches, por eso siempre preferí dormir por las mañanas y disfrutar de los misterios que brinda la mágica noche; que ahora, muere. Todos aplauden al sol, lo glorifican, lo necesitan, la noche es ignorada, usada para perderse del mundo, incomprendida para la mayoría de los seres humanos.
Un pájaro rompe la paz que abrazaba la habitación con su aguda garganta sin gusto musical. Me genera un dolor de cabeza mayor al que ya tenía, y mi caligrafía quiere tambalear. Siempre me caractericé por tener la caligrafía más linda, desde que aprendí a escribir, tengo que mantener eso vivo hasta en las más ruidosas situaciones.
Los dedos de mis pies están violetas, todo por el maldito frío matinal que ya entró en la casa. No quiero limpiar, no quiero más nada. Solamente quiero ir a mi cama, taparme con mis frazadas y esperar a que nazca otra vez la noche.
Mis ojeras se suman a la súplica de mis pies y mi cerebro asiente, el cóctel está haciendo efecto y el piso comienza a girar, a pesar de todo logro llegar.
Recuesto la cabeza sonriendo;

- Veintiséis verdes y catorce blancas, sabía que con eso bastaba.