En
este siglo insulso la vida sigue igual.
La
tecnología avanza, arrebatándonos la vitalidad.
Desechamos
lo profundo y admiramos lo banal.
Nos
creemos las mentiras, evitando la verdad.
Que
hay niños que se mueren, no se pueden alimentar.
Que
hay ricos que tiran, banquetes con caviar.
Algunos,
kilómetros caminan por un poco de beber.
Otros,
en hidromasajes se quejan por ascender.
Que
este siglo es basura, contaminantes por doquier.
No
te cobran el aire, pero te lo contaminan, ¡joder!
Veo
la noche estrellada, y no puedo creer,
que
en ciertos lugares, las estrellas, solamente en libros se puedan ver.
Con
cinco años trabajan y no pueden estudiar,
otros
con treinta y cinco, siguen viviendo con mamá.
De
hipotermia en invierno cesan de respirar.
Por
intoxicación alcohólica, un viernes, un velorio hay que organizar.
Muchas
mentes prestigiosas no se pueden educar,
una
bala, sin piedad se roba su coeficiente intelectual.
Que
el cáncer ya tiene cura, pero no la van a divulgar.
La
salud no genera tanto como batallar contra el ataúd.
Tantas
palabras bien ordenadas, cargadas se sabiduría,
se
ven como garabatos a ojos de analfabetos.
Les
robamos la libertad, de aprender de otros argumentos.
Les
robamos la libertad, de obtener una maestría.
Con
los medios masivos, asustamos a la población.
Pero
evitamos que se enteren, de la deforestación.
Que
nadie aquí sepa, que hay países en dictadura,
que
hay niños a los que se los educa, bajo la ley de mano dura.
Claro
que no existe, hoy en día la esclavitud
ella
es inmigrante, y para trabajar aquí, pidió solicitud.
Que
se calle señorita, que no tiene pasaporte
si a
su hijo vivo quiere, más le vale que se comporte.
¡Claro
que la sociedad ha mejorado!
Los
índices de mortalidad infantil han bajado,
los
alimentos transgénicos nos han dominado
y
los circos, menos animales han adiestrado.