La excelencia del fracaso

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Observo las notas que he obtenido en los últimos diez años, siempre excelente, siempre cumpliendo con todos los requisitos. Galardonada año tras año con el cariño de mis educadores, ganadora indiscutible del no afecto de muchos de mis compañeros. Sacrificando siempre todo tipo de cosas por obtener la nota máxima. Guiándome por la idea bizarra de que la educación y el saber me abrirán todas las puertas que quiera.

Estoy ahí, parada frente a todo lo que he sido y por lo que he luchado durante toda mi vida, mirando las becas que he obtenido en instituciones privadas y los diplomas y certificados que me han otorgado.

Y me desespero, y rompo y destrozo todo, destrozo todo lo que he sido, me hago trizas. Un montón de papeles, en eso he convertido mi vida. Me engañaron, me dijeron que esos papeles me llevarían a donde quisiera. Me dijeron que con ellos podría ser quien quisiera. Me hicieron malgastar diez años de mi vida...

Mis lágrimas mojan los folletos del instituto preuniversitario al que quiero ir. Y el papel se debilita, y el agua, lenta, lo erosiona, le quita los colores, le hace perder el sentido. Y del mismo modo se ve afectado mi sueño, mi sueño de recibir una buena educación.
Es un océano el que me separa de esa institución, un océano de papeles, pero no de los papeles que tengo yo, ellos quieren papeles verdes, muchos, muchos más de los que puedo ofrecer. 

Y no hay quien me ayude, y mis padres me atan a su lecho maldito. Diez años de mi vida luchando por esto, diez años a la basura por un capricho parental y un abandono institucional. Porque si tuviera una cuenta en el banco podría aprender más.

Los folletos, destrozados por el agua acaudalada, en vano viajaron hasta mis manos, en vano llenaron los cajones de mi esperanza y de mis sueños, si en el estado que están solo pueden ir a parar al basurero. Al menos dormirán con mis sueños, que desde que el mundo me dio la espalda esperan allí rebosantes y solitarios.


Observo todo lo que soy, triste, decepcionada, abandonada.