Perdí
el rumbo por tener todos los días la idéntica y constante rutina; de abrir los
ojos, vivir mecánicamente la vida, y pasadas unas horas volver a cerrarlos.
Perdí el rumbo por el camino que iba gracias a mis propias elecciones, por no animarme a “pintar por fuera de la raya” en mis dibujos, por miedo a que lo que intentaba mostrar quedara feo a los ojos ajenos.
Perdí
el rumbo de muchas cosas en mi vida, porque callé y no pregunté por dónde se
salía, a dónde llevaban las rutas que recorría.
Intenté
(y sigo intentando) girar el volante completamente de nuevo, y volver a la
senda recta por la que iba; pero me vuelvo a desviar de la carretra haciendo zigzag por donde
me mueva. Al querer dirigir derecho, lo hago de costado; soy yo quien tiene el
poder sobre el vehículo, pero hoy el vehículo me dirige a mí; sin saber con
exactitud a dónde ni porqué; pero como si tuviera voluntad propia me lleva, y
me lleva lejos de donde quería llegar.
Hoy
perdí el rumbo, me salí de la raya, corté la carretera; y me voy a otro lugar.